Categories
Poesía

Nos une y nos da valor

En sus ojos brilla el fuego:
celos que a veces me abruman,
como sombra que se suma
al amor, un gran juego.
Cuidar el nido es el ruego:
tejer sueños con ternura;
darle al hogar la dulzura
—de risas y de abrazos—
donde el amor nunca es escaso
y el futuro se asegura.

Cada paso que ellos dan
es un eco de esperanza;
en su risa, la confianza
de un mundo que se hace afán.
Sus preguntas: un mar lejano;
nos enseñan a mirar
—a valorar el hogar—
y a encontrar en lo cotidiano
la magia de lo humano
y el amor con que brillar.

Cuidar a quien nos acompaña
—quien con paciencia nos guía—
es cultivar en el alma
las raíces de una montaña.
En su crecimiento, la hazaña
de un legado que perdura:
un abrazo que asegura
que el amor es el camino,
y en cada niño, un destino
que florece con ternura.

En este viaje eterno
donde el tiempo se hace canto
los niños son el encanto
que transforma lo interno.
Con su luz el mundo es tierno
y, en su risa, la verdad:
cuidar su felicidad
es un arte, un compromiso,
un regalo: un paraíso
que nos llena de humildad.

Cuidar al niño y a la madre,
es un arte de equilibrio,
un acto de amor sincero
que florece en cada padre.
Sin celos que hieran el alma,
sin rencor que nos desgaste,
en la unión, juntos, alejan
las sombras que puedan asomar.

Con suaves palabras, le hablo
—le digo: «ya, mamita, ya…»—
como brisa que acaricia el mar:
le muestro que en este viaje
su luz siempre brillará.
Le ofrezco mi mano sincera,
un refugio donde anidar,
y juntos tejemos el nido,
donde el amor puede reinar.

Cuando el soplo de los celos
asome en su corazón,
le recuerdo que estamos juntos,
en este viaje de amor.
Con gestos de ternura y calma,
comparto valor y abrigo,
que en la danza de la vida,
el amor es el eterno hilo
que nos une y nos da valor.


Discover more from ArielOṁ

Subscribe to get the latest posts sent to your email.

Leave a Reply